Ante la incapacidad de establecer relaciones amistosas con hombres heterosexuales (sea por la ausencia de gustos comunes o el prejuicio que pueda haber en alguno de los dos), solemos tornar, los hombres homosexuales, nuestra confianza en mujeres heterosexuales. En teoría: no hay riesgo de que haya tensión sexual, ella puede disfrutar de la compañía de un hombre carente de motivos ulteriores y hay mayor probabilidad de que haya gustos en común. Hay ocasiones en donde lo anterior no es el caso, y a veces es difícil identificar la diferencia.
Desde pequeños se nos condiciona a asumir roles sociales y regulaciones que aplican supuestamente a todos. Un hombre debe de proteger a sus hermanas y a su novia de cualquier enemigo, pagar por la cena, destaquear el desagüe, etc. Una mujer, en cambio, debe de atraer a un soltero apto, traer al mundo a sus hijos, cuidar a los mismos, preparar bocados para todos.
Los anteriores son ejemplos caducados, que como variables, pueden ser aplicados solo si el contexto lo exige. Lamentablemente, ante la presión grupal que ejerce la sociedad, muchas personas lo ven como pilares de una relación hombre/mujer. Esta presión a veces afecta la relación mujer heterosexual/hombre homosexual. Hay similitudes entre los juegos de poder que se dan dentro de una relación hombre heterosexual/mujer heterosexual. Una mala costumbre de la mayoría de los hombres es la insistencia que ejercen sobre una mujer que los rechaza, partiendo de la asunción de que esta podría estar fingiendo resistencia para incrementar la curiosidad del hombre y poner su juego de seducción en sobremarcha.
Por su parte, una mala costumbre de muchas mujeres es la idea de que estas tienen el derecho de cambiar actitudes que consideren desfavorables en su pareja. De ahí que cuando notan algunas en su amistad (su amigo gay), aplican la misma táctica de manipulación que aplican en sus novios. Debido a que a los hombres en general, se nos cría bajo el lema de “a las mujeres no se les agrede”, deducimos que esto implica micro-satisfacer cualquier solicitud de atención e ignorar los actos de manipulación en los que incurren muchas. Obviando el hecho de que todo acto de manipulación es un ejemplo de agresión no física, bajo el que sucumbimos ante el riesgo de convertirnos nosotros mismos en agresores. Esto les da luz verde a algunas mujeres para poner a prueba su poder y llevarlo hasta el límite. Dejar que una relación se degrade a ese nivel, es culpa de ambos: algunos se quedan en la relación demasiado tiempo o anteponen el bienestar de otros ante el suyo. La clave es saber reconocer una relación enfermiza.
A veces, Los hombres nos suscribimos también a los juegos de poder de los que somos testigos. Cuando dos hombres se encuentran, por lo general no tienen un punto de referencia a seguir y aplicar a su relación. Muchos sabemos que la dinámica de una pareja heterosexual no aplica a una pareja homosexual y manejamos nuestras relaciones amorosas como una íntima amistad. De ahí que es más fácil para la mayoría de los hombres homosexuales el conservar una relación amistosa con sus exparejas. Nuestra relación con mujeres es simple desde nuestro punto de vista. No siempre lo es desde el punto de vista de la mujer.
El desenvolverse en un ambiente colmado de reglas patriarcales no es fácil para ellas. La mayoría de las mujeres tienen que balancear toda clase de presiones sociales en lo que respecta a su vida amorosa, social y laboral. Muchas, al igual que cualquier otro ser humano, tienen una necesidad innata de homogeneizar su ambiente, clasificando a las personas que la rodean con el propósito de alcanzar un orden. Basándonos en experiencias, los humanos asociamos cualidades (peinado, ropa, voz, etc.) con ideas preconcebidas. Como dice el dicho: “no hay una segunda oportunidad, para dar una primera impresión”. Por experiencia se, que a raíz de que mi apariencia y gusto por la ropa no sean ampliamente asociados con una personalidad estereotípicamente gay, la mayoría de las personas cambian su trato una vez que se dan cuenta de mi identidad sexual. Esta percepción afecta en ocasiones el trato que me dan. Algunas mujeres bajan su guardia y son más amistosas. Algunos hombres levantan la guardia y asumen una actitud defensiva. Al resto les vale mierda.
Las mujeres que reconocen, que la identidad sexual de otro ser humano es una característica predeterminada e inmodificable, pueden fácilmente entablar una amistad con un hombre gay si comparten gustos y afinidades. No existe el riesgo de que surja inesperadamente una competencia de egos (como sucede a veces entre mujeres) o tensión sexual. Para el hombre las ventajas son las mismas. Es infrecuente la situación en la que el amigo gay comienza a desarrollar deseos amorosos por su amiga (al menos nunca he oído un recuento de primera mano del tal situación). Pero si he oído y experimentado situaciones en donde la chica empieza a desarrollar sentimientos por su amigo gay.
Esta situación se da cuando la amiga intenta desafiar el sistema: hay un hombre atractivo, con el que hay compatibilidad, quien cuida de su apariencia, combina colores armoniosamente y aprecia a las mujeres. “Ya somos amigos, ¿Por qué no invitarlo a la cama?” Las probabilidades de cambiar los términos de la relación con un hombre bisexual son altas, con un hombre homosexual no. Y la insistencia solo llevará a la herida de egos. Si la mujer no es capaz de superar sus emociones, no hay posibilidad de reajustar la relación y devolverla a 0. Por lo que la mejor opción es el distanciarse de su objeto del deseo durante el tiempo que sea necesario. El amigo gay por su parte, debe aclarar la naturaleza de la relación: nunca habrá nada que se extienda más allá de la amistad. Tampoco es una oportunidad para experimentar: las mujeres manejan su sexualidad de forma diferente, donde un hombre (cualquiera sea su orientación) es capaz de separar su deseo carnal del emocional. Las mujeres suelen confluirlo y desarrollar sentimientos por su amante. Si eres gay, y tienes curiosidad por saber cómo es el tener sexo con una mujer, hazlo con alguien fuera de tu círculo de amigos.
Ninguno de los ejemplos anteriores aplica a todas las personas. Muchos lectores no serán capaces de entender las ideas que plantee por que han tenido la suerte de interactuar con gente razonable. Otros reconocerán que la dinámica entre hombres y mujeres es complicada, y muchos, tanto hombres como mujeres nos atacamos los unos a otros ya que no conocemos un método alternativo. De ahí que la relación se convierte en caldo de cultivo para tendencias enfermizas, agresión pasiva o codependencia. En cualquier discordia, se necesitan dos para alimentarla. No puedo opinar sobre la relación entre una mujer homosexual y una heterosexual, ni la que pueda haber entre una mujer homosexual y un hombre heterosexual porque no pertenezco a ninguno de estos grupos, y la falta de experiencia me imposibilita el retratarlo de forma satisfactoria.
Foto cortesía de PacificCoastNews.com
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